5.26.2008

Inercia

Por casualidad llegué a aquella calle
aún cobijada por el frío de la noche,
el sueño acumulado en los párpados
y el estrés destrozándome la espalda.

El cansancio acosa,
la vela pesa en la memoria
y el amanecer me descubre
caminando sobre la acera
que recorrí mil veces - o más -.

Amanece entonces,
la ciudad se despereza
la gente sale, sueña y trabaja.

Mi jornada madrugadora termina,
cumplí mi cometido y huyo,
dejo ese pueblo de fantasmas
y vuelvo al este, de donde salí.

Antes que pueda siquiera notarlo
me intercepta, como demonio,
el carrito de las frutas
con todo y los recuerdos
- esos que evito recordar -

Me ataca,
me controla,
me asesina...



No puedo evitarlo,
sonrío
revivo:

"Piña de desayuno,
para dos,
por favor"


..."para dos"...



Y, ¿sabés? Dolió escucharlo pero duele más, saber que el lapsus no es más que un anhelo.



Como dijo el maestro Benedetti:

"(...) tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no."

La imagen es de ellos.

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