
de los recuerdos y
nos cobija los hombros
ante este frío
el frío maldito de los dolores.
Nosotros mismos,
- mis manos con vos,
las tuyas conmigo –,
nos encargamos
de acariciar heridas,
borrando de a poco
las cicatrices con besos,
recorriendo rincones olvidados
donde amanece la historia.
La historia que ayer nos destruyó...
la que aquí y ahora nos construye,
y nos habita los principios,
los pliegues de la piel del alma
y el sudor en la voz de Gardel.
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