6.10.2008

Pedro

Me dejó dos horas sola, sentada esperándolo en un restaurante capitalino - después de meses de creer que éramos nosotros - y no quise más, volver a verlo. Unos días más tarde voló de vuelta su país. Dejó el aviso junto con una disculpa en la contestadora de mi casa. Nunca intenté saber si regresaba. Nos olvidamos mutuamente.
Eso fue ya hace
ocho años. Él tenía 21, yo 14...


Tenía una melena lacia y gris
que le cubría los hombros y media espalda,
sus extranjeros labios carnosos
se llenaban a diario y para mí
con besos de helado de fresa,
su mirada turquesa profundo
- como el mar frente al que nació -
podía leer hasta mis pensamientos
y sus manos - esas manos -
siempre dijeron la verdad,
la maravillosa verdad del cuerpo.

Ayer, cerca de medianoche,
en una callecita de Sabanilla.


¡Ché! ¿Vos sos Daniela, verdad?
¿Te acordás de mi?

El abrazo confirma la historia
y perdona los errores de los dos,
el olvido no existe
y guardamos la culpa para después...

¡Hacía tanto, pibe!

Que gusto verte flaca, ya son años, no?

Sí... Muchos...

Dame cinco minutos para cambiarme
y vamos a tomar algo, ¿te parece?

Mejor pasá.
Mi apartamento es ese de enfrente,
tengo una botella de vino
cigarros (¿aún fumás?) y comida.

Buenísimo, además
tenemos
mucho tiempo que recuperar.

Recordamos las palabras exactas,
cosimos las canciones con sueños
y guardamos los recuerdos
para hacernos nuevos...

No entiendo qué es lo que hacés...
esto sólo pasa cuando estoy con vos.

Pasa flaca, porque esto somos nosotros
porque nos pertenece sólo a nosotros.

Se nos acabó el vino;
agotamos el tabaco
junto con los cuerpos
los susurros
y el calor en las sábanas
donde se escondía el pasado.

Hoy, a las 4:10 a.m.,
bajo las frazadas de una cama.

Qué pena irme...

¡Quedáte entonces!

Me encantaría nena,
vos sabés que sí...
pero vuelo temprano a Bolivia.

Entiendo, qué lástima...
Me encantó verte. Volvé cuando querás.

Nos despedimos en el portón del edificio
con las mentiras en la boca
y la verdad pegada al cuerpo
sin la esperanza de volver a vernos.

Guardamos - entre los pliegues
de la piel y los labios -
el delicioso sabor dulce-amargo
de sabernos maravillados
- ambos -
con todo eso que pasa en la piel,
la piel que se nerva al máximo
la piel que repite lo imposible.

Esto
es todo lo que pasa
entre la piel de dos cuerpos
que se conocen y reconocen así,
esto que ninguno recordaba...
...hasta encontrarnos ayer.



Al despertar vi el cielo y me estremeció sentir en mis rincones el airecito cálido de la ciudad donde sueñan los pies y los versos. Por hoy - y sólo por hoy - se me antoja tomar mate y bailar tango por las calles de mi ciudad, que es también la suya (aunque prestada).

2 comentarios:

Prensa APSE dijo...

Oh Dani, vos y tus hombres que te duplican la edad.

oscar dijo...

BUENISIMO!!!
Q exito mae!!!