Y bueno, de vez en cuando una se pone como triste, el frío debe ser -o no- no sé, seguro son los vientos alisios o la falta de parlantes de la compu -que con musiquita movida cambiarían todo-.
La cosa es que una piensa mucho y se acuerda de cómo era todo antes, en aquellos tiempos, cuando no había reféndum, ni corazones patrióticos; cuando compartíamos la sombrilla y la bandera en un bloqueo, bajo la lluvia y las sábanas calientitas por la noche.
Entonces una debería estar contenta porque todo eso pasó acá, donde una estaba, en la calle propia y en la cama ajena donde a una le gustaba dormir. Debería alegrarse de que no se lo perdió, de que te conoció, de que no se quedó al lado del camino fumando el humo mientras todo pasaba. Debería estar feliz de haber vivido mucho y crecido más. Pero no. A veces la madurez no da pa`tanto.
La cosa es que una se pone triste, porque ya no es entonces, y es ahora.
Y extraña... y quiere no extrañar, pero extraña.
Y... punto.
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