11.22.2008

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Hay poesía cursi -bien hecha, pero cursi-, poesía que da ganas de llorar o que apachurra los sentimientos. Por el contrario y aunque es lo mismo, hay poesía que arde -y no por eso es menos cursi- pero calienta los puños y el grito, poesía que me recuerda porqué hay que seguir.

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.

Lo escribió Gelman, que a mí me pone la piel de gallina.

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