¡María Dolores, María Dolores! ¡Qué triste es verte así!
¡Como has perdido hasta los colores desde que yo me fui!
(...)
¡María Dolores, María Dolores! Si tenes la razón
de nada sirve andarla con llave dentro del corazón.

María Dolores,

de Guillermo Anderson

Que ya se fué el viejo gordo de traje rojo y yo sigo viva (medio maltrecha, pero vivititica) creyendo que esta no es la última entrada del blog. Que me da miedo el mar y la soledad, mejor dicho, que me da miedo el mar en soledad, que me asusta particularmente no tenerlos ahí por si me caigo y es que de fijo en esa playa con tantas piedras y cataratas raras que tiene una que cruzar un 31 a medianoche, me voy a caer. Que se viene el año nuevo y aunque una no crea en nada y menos en eso, pega igual porque se pega y que el absurdo clava la puñalada por donde puede y una no prefiere no pegar de frente contra nada. Que los años pasan y seguimos juntos, por suerte, que deberíamos casarnos todos para que mi madre entienda que también son mi familia, porque sin papeles ni lazos de sangre vieran cómo le cuesta. Que me decepcionás, sí sí, me decepcionás, proque yo sé que no sos eso y que la parte inteligente, sensata y clara de vos anda por ahí, pero te adaptás demasiado y me asusta que de pronto te perdás del todo. De veras, de poco sirve tenerla clara si no hacés nada al respecto. Que es gracias a ustedes, señores y señoras (porque señoritos y señoritas, no creo) que esta mae esta contenta, porque le pintan sonrisitas y le regalan maullidos, chocolates, momenticos y cafés que sin darse cuenta, que le inyectan energía como nitroglicerina bajo la lengua. Que este año fue menos malo que el anterior y que la lógica formal (en la que no creo, pero a la que la dialéctica le da el beneficio de la duda) dicta que entonces el año siguiente será mejor que este y así sucesivamente hasta que deje de chimar las comisuras de la boca.

Comamos, bailemos, cantemos y emborrachémonos si es posible.
Que se acaba el año. Por suerte.