11.05.2007

Sangre seca...

Ya no está...
Lo más triste es saber a donde fue y no poder rescatarlo...
Esperar es desgastante, agobiante, deprimente... Tanto, que dejo de hacerlo la mayor parte del tiempo y sólo a ratitos me asomo a la ventana del pasado para ver si el color del amanecer es distinto, y compruebo que el cielo sigue siendo azul... Igual que aquel día, cuya fecha no quiero recordar...

Se perdió en el bosque de los murmullos, ese que inevitablemente visitamos a diario, pero no volvió...

Talvez no llevaba suficientes migajas de pan para encontrar el camino de vuelta a casa.
Debe haber batallado las primeras horas por salir de la maleza, pero el cansancio debe haberlo agobiado demasiado y no pudo luchar más...
O quizá se quedó dormido y cuando despertó no recordaba quién era... O lo más importante, de dónde venía... Lo que quería... ¡Lo que ambos quisimos!
La oscuridad y el frío húmedo de la montaña deben de haberse encargado de entorpecerle los sentidos y por eso perdió la noción del tiempo y del espacio...
Así, pronto pudo olvidar el rojo calor del invierno entre humaredas y su sangre se ennegreció poco a poco.

Después de mucho tiempo, dejé de internarme en el bosque para gritar su nombre, esperando encontrar a quién ya no existía... ¡Al menos no la versión de él que yo habría querido encontrar!
Dejé de buscarlo y emprendí el difícil camino de vuelta...
No quise perderme yo también...
Bastaba con perder a uno...

Perdí la esperanza y reconstruí mi vida sin sus impulsos...
¡Un caído!... y sin luchar.

Escondí entonces en mis paredes de colores, el dolor cálido de sus recuerdos... en sepia.
Siempre supe que aunque volviera, no podríamos ya nunca más construirnos uno al lado de la otra, ni viceversa. ..

Él me había abandonado, a mi y a todo lo que creímos...
Tuvo miedo y huyó a refugiarse a un bosque sin gritos, sin sangre...
Perdió la furia y el color de la piel...
¡Se volvió débil, ligero, vacío, insípido!
¡Perdió la dureza, la astucia y el sabor a sal!

Yo por mi parte, amé la libertad que regía las vidas de ambos...
Amé el sabor de los gritos, el dolor de perseguir y construir sueños...

Corrimos en direcciones opuestas, sabiéndolo yo, él sin saberlo...
Y me enorgullece mi camino...

Años después me contaron que había regresado, mudo de pena y mutilado por el avance del tiempo sobre sus huesos desprotegidos...

Espero que algún día se recupere y pueda sentirme de nuevo orgullosa, por ver surgir de sus adentros, un ser humano al menos parecido al hombre que una vez amé.

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