7.30.2008

Dema go-go

“¡Que llueva, que llueva,
la Virgen de la cueva!
Los pajaritos cantan,
las nubes se levantan...”

Viendo un aguacero caer sobre la playa que pronto dejará de ser belleza natural para dar paso al turismo destructivo y clasista, recuerdo aquel cantito de infancia y se me ocurren un sinfín de cosas que últimamente nos urge que caigan del cielo.
La comida, por ejemplo, también el agua potable, los combustibles de verdad sostenibles, los bosques y sus animales, la gente honesta, la creación de política popular, los aumentos salariales y las bajas en el costo de la vida, la sostenibilidad, la justicia y la equidad.
Ciertamente, ojalá llovieran.
Por el contrario, nos cae desde arriba la mierda de otros que no saben ver para abajo, aunque dependan de lo que hay bajo sus pies y abajo, la tierra se seca junto con la paciencia de la gente.
Nos morimos de sed todos juntos y por parejo, porque en el istmo – y hablo sólo de Centroamérica porque es lo que tengo cerquita, aunque se que más para allá y para allá también deben andar parecido – nadie parece salvarse de esta sequía maloliente y asesina.
Y la demagogia nos inunda por todo lado como la peste. A nuestros vecinos del norte un rapaz gobierno que se dice socialista les roba hasta la música que animara sus más importantes luchas.
Y acá, en el paraíso tropical con un presidente Nobel de la Paz, misteriosamente “alguien” de arriba nos roba todo, así simplemente. Todo. Los dineros que deben usarse para alimentar y dar techo a quienes no tienen terminan en los bolsillos de quienes menos lo necesitan y el gobierno mismo, se desprende del margen de respeto a la institucionalidad que le impone al pueblo para hacer de las suyas y fortalecer su hipócrita “dictadura en democracia”. La mentira nos baila encima y nos clava los tacones en la espalda, ya bastante adolorida.
Nos atacan en bandada con robos descarados, mentiras mediáticas, corrupción, manipulación y cinismo administrativo, además del descaro gubernamental que seca las tierras del Caribe, le roba el trabajo y el salario a quienes viven en el Área Metropolitana y lleva la sequía económica y sanitaria a Guanacaste.

Nos quitan la tierra de debajo de nuestros pies y los árboles que rodeaban los barrios, la estabilidad de un Estado más o menos solidario y de un proyecto de país que por lo menos, nos dejaba comer.
Y el gobierno – ciego como el sólo o mentiroso por default – dice que todo está bien. La democracia, la paz, la transparencia y la verdad. Avancemos – dicen – avancemos. Ni pobreza, ni enfermedad, ni hambre, ni delincuencia, ni corrupción...
Ahora parece que la lluvia no llega, al menos no la buena; más aún parece que nos toca buscarla. Tal vez si rompemos las nubes alimenten la tierra y de ella salga algo mejor, un futuro menos oscuro del que se nos viene encima.
Tal vez encontremos la tormenta humana que arrase con los hoteles que destruyen el Pacífico y dejan sin agua, que hunda los cruceros que quieren vender Limón y destrozar Gandoca y que se lleve a su paso a los invasores (extranjeros y nacionales) que utilizan la fuerza y el poder, para perpetuar la sequía.

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