Diciembre vuelve a sentirse igual.
Cruel,
cínico,
violento,
asesino.
Es el bizarro del consumo y el estrés
la consumación de mi ideal de absurdo.
Veo lucecitas y me burlo
de sus colores,
sus sabores,
sus osesiones,
sus precios y desprecios,
sus compulsiones,
su abandono propio,
de su historia y su no-ciencia.
Me río hasta llorar
de sus contradicciones.
Vengativo, por demás.
Convierte mis carcajadas
en puñaladas frías de recuerdo.
Trae consigo el dolor constante de la soledad,
el frío incesante de los besos no recibidos,
la confrontación con las sonrisas del pasado,
el olor de los abrazos faltantes,
el eco antiguo de los versos escuchados...
El aire de las fiestas lo envuelve todo
y la madición de los duendes navideños,
cae sobre quienes estamos
sol@s...
A ratos es inevitable que duela.